![]() |
![]() |
![]() |
![]() ![]() |
||||
|
Semblanza de Cayetano Heredia. Un maestro paradigmático* Dr. Javier Mariátegui Chiappe (**)
Alejándonos del estilo encomiástico de las semblanzas al uso, queremos señalar, en el caso de Cayetano Heredia, los aspectos menos conocidos pero más auténticos de su desarrollo biográfico y destacar cómo, muchos de ellos, corresponden al anónimo hijo del pueblo que, en virtud de talentos diferenciados y de una vida centrada en el ejercicio de la voluntad, pudieron lograrse como ciudadanos ejemplares, verdaderos paradigmas, auténticos maestros de p=dad., "Desacraliza" la figura de Heredia es una dc "rehumanizarIa". Nació José Cayetano lieredia Sánchez en Catacaos, en la noche del 5 de agosto de 1797, en un caserío del desierto plurano, cercano a la Capital del departamento del mismo nombre. Como es frecuente comprobar en nuestro medio, nació de padre desconocido y sus escasos biógrafos nunca pudieron encontrar huella de este progenitor, en todo caso tempranamente desertor. Con razón escribió C.E. Paz Soldán que laceremonia bautismal tuvo a lapobreza como madrinay al desamparo como padrino. Con la ausencia física y emocional del padre, nada sabemos de alguien que cumpliera papel substituto. Todo se ignora de la ni ñez y la temprana adolescencia de Heredia, salvo el tipo rústico de la población del caserío, que lo haría interesarse especialmente en la observación de la naturaleza, los escasos recursos económicos del entorno familiar y los rudimentos de la educación inicial en la casa y quizá en la parroquia. Lo que se sabe, y lo menciona José Casimiro Ulloa, uno de sus discípulos, es que su temprana pasión por el estudio lo llevó a viajar a Lima, al lado de un sacerdote franciscano, con quién aprendió gramática, elementos de latín, matemáticas y doctrina cristiana. No es aventurado señalar que en esos tiempos el medio prestaba ayuda a la instrucción informal de las gentes, en los escenarios naturales de la vida cotidiana. Así, el ambiente del Convento de San Francisco, los diálogos con los mayores, la frecuentación de alguna biblioteca y otros repositorios documentales, debieron estimular tempranamente su espíritu sensible y su inteligencia excepcional. Así fue diferenciándose procozmente una vocación de servicio, y se orientó al sacerdocio de la medicina como pudo haberío hecho, por ascetismo religioso, por otra carrera clerical. Tenía 15 años cuando fue admitido al Colegio de San Fernando en abril de 1813, por el rector Don Fermín de Goya, prcsbíter¿ a quien Hipólito Unanue confiara la dirección de esa Casa de Estudios. Módica pensión que Heredia pagaba con sus servicios en la Institución, la mentoría y el protectorado del clérigo para cubrir sus sobrios astos personales, permitieron a Cayetano Heredia su largo periplo de 14 años de escolar femandino. Cursé todas la materias con notables calificativos y fue incluso asistente de algunas de ellas siendo estudiante. Excelente anatomista, pudo desempeñarse despues como cirujano y hacerse pronto un nombre en la profesión y en el ejercicio privado de la medicina, con lo que logró una pequeña fortuna que gastó enviando y manteniendo a sus discípulos, a quienes llamaba "hijos", a Europa, para perfeccionar y actualizar conocimientos y contribuir así al establecimiento de la Facultad de Medicina, cónsona con los progresos de la medicina y de la educación médica que tenía entonces París como capital. El Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando había nacido con los mejores auspicios, con un curriculum ceflido al famoso "Cuadro Sinóptico" compuesto en 1808 por Hipólito Unanue, e instalado en la Plaza de Santa Ana, en edificación unida al Hospital de San Andrés. Era entonces quizá el mejor escenario para la formación teórica en una Medicina estremecida desde sus bases por los recientes avances científicos, legítima heredera de la Sociedad Amantes del País y de su órgano de expresión, el Mercurio Peruano, que creó la Sociedad de Medicina de Lima en 1854, primera expresión de la Academia Nacional de Medicina formalmente nacida en 1888; y su revista, La Gaceta Médica de Lima. Pese a su auspicio colonia¡, el Colegio, que fue foro de las ideas liberales que fomentaron la Independencia del país y fue conocido desde junio de 1821 como Colegio de la Independencia, mantuvo durante años el espíritu conventual y la disciplina rigurosa de un colegio que en lo externo revelaba su remota inspiración medioeval. De la impronta fernandina, quizá la nota más destacada fue la presencia en San Marcos como rector de Francisco Xavier de Luna Pizarro, espíritu liberal por excelencia y fundador calificado de la República, con quien Heredia estableció lazos ideológicos cercanos. El 7 de agosto de 1826, el día que Heredia cumplía 29 años, recibió el título de médico, de manos de los más renombrados profesores de la época, en tiempo histórico denso para la creación de la identidad nacional del Perú. Difícil tiempo peruano el de la iniciación de la República: a la decadencia de la Institución universitaria por retrógrados profesores, anclados en la escolástica, opuestos a todo cambio, ello unido al desinterés de los jóvenes por los estudios médicos, más tentados por los resultados inmediatos de las aventuras militares en la larga época de anarquía de las primeras décadas de la República. Era bajo el nivel del médico en la escala social en la primera mitad del siglo pasado, tal como la refleja Manuel Atanasio Fuentes, no sin un agregado de humor caviedano, en su célebre obra Lima. Apuntes históricos, descriptivos. estadísticos y de costumbres, publicado en París en 1867. Mucho esfuerzo personal debió hacer quien ejercía responsablemente la medicina en las primeras décadas del siglo XIX, máxime si se interesaba además por la docencia. Heredia por fortuna sólo asimiló los aspectos positivos de la praxis profesional y mantuvo su mente abierta a los nuevos movimientos culturales de su época. Poco conocemos del horizonte cultural y de las fuentes bibliográficas de Heredia en tiempos en que los médicos, para su ilustración, dependían fundamentalmente de sus bibliotecas personales. Pero por la correspondencia con sus discípulos, principalmente con Ulloa, por las obras que encarga se adquiera, desde los clásicos en latín hasta las recientes obras publicadas en Europa por los grandes maestros, hay una amplitud de registro indiciaria que Heredia estaba actualizado en los que a textos atañe. Como se sabe, la producción escrita de Heredia es casi nula: todo lo que tenía que decir en materia de educación médica está contenido en el Reglamento que preparó para la naciente Facultad de Medicina. No era hombre preocupado por hacerse un pedestal de erudición, como seguramente hubiera podido de habérselo propuesto. Su interés de constructor de la República le exigían deberes concretos referidos a las tareas Normativas de médicos responsablemente instruidos en la atención de la comunidad nacional y en el manejo de los grandes asuntos de la salud pública. En célebre carta a José Casimiro Ulloa dice Cayetano Heredia: "Estudia los clásicos sin olvidar a Hipócrates y enfermos en los hospitales nada más" (énfasis nuestro). En el laconismo de esta frase está contenido toda la filosofía educativa herediana, con acento en que sus discípulos se beneficiaran exclusivamente del saber y la experiencia hospitalaria de París, y evitaran las tentaciones mundanas en las que era pródiga las noches en la Ciudad Luz. Los ahorros de Heredia venían del trabajo profesional civil que abandonó apenas asumió las funciones del rectorado primero del Colegio de la Independencia y después de la Facultad de Medicina. Heredia estaba convencido de la necesidad no solo de incorporar a cuanto elemento valioso, peruanos y extranjeros residentes en Lima, sino en preparar a médicos para la diferenciada tarea de la enseñanza. Seguramente recordaba estas sabias palabras de Miguel Tafur, expresadas en 1828: "La enseñanza de la Medicina más que la de todas las ciencias, requiere en el maestro un feliz conjunto de conocimientos, de prudencia, de prendas personales, y de pericia de que no goza el común de los profesores; es preciso que hayan crecido, se hayan formado y envejecido instruyendo a la juventud, en una palabra, no todo el que ha conseguido el título de médico puede dictar un curso de Medicina" (énfasis nuestro) (Miguel Tafur, 1828). Los discípulos enviados a Europa fueron Francisco Rosas, José Casimiro Ulloa, José Pró, Rafael Benavides y Camilo Segura. Por su trayectoria se infiere que fueron bien elegidos, por lo menos en cuanto a capacidad personal y científica, por su contribución a la formación médica en San Femando, sobre todo en los campos o especialidades que, entonces, no tenían representante en nuestro medio. Elhombre de confianza era Ulloa, quien por cartas no solo informaba del cumplimiento de los encargos del Maestro, sino del comportamiento individual de los becarios. Ulloa, cuya faz revelaba su etnia de origen "parda" , era hijo de un artesano que tenía su taller en el Banco del Herrador, y no gozaba del afecto pleno de todos. Para demostrar el descontento de los discípulos por la tarea informativa que Ulloa cumplía sin duda a su pesar, Francisco Rosas, quien sería el más exitoso del grupo, escribió una décima hiriente, que nos permitimos reproducir, pese a lo fuerte de su texto: "El
tercerón Casimiro Esta nota lírica revela que no todo fue hermandad entre los "hermanos" que reconocían a Heredia como "Padre" común. Lo importante es que, después de permanecer cuatro años en la Escuela de París, los discípulos contribuyeron de manera decidida a las reformas propuestas por Heredia en el Reglamento de la Facultad de Medicina y que con ellos, con los italianos Manuel Solar¡, José Eboli y Antonio Raimondi, y el español Sebastián Lorente (médico e historiador), llevó el Maestro a la Facultad de Medicina a sus tiempos de mayor esplendor. Interesa menos, aunque en una semblanza como la presente, de corte galeato, fuera de la retórica usual, estaría justificado hacerlo, revisar el débil apoyo que recibió Heredia cuando la política de tomo lo apartó de su función en 1860, y de las tristes experiencias que ensombrecieron el tramo final de su vida y que seguramente precipitaron su muerte. Lo cierto es que, como lo señala Jorge Basadre, Cayetano Heredia murió "rumiando amargura" en Barranco, el 11 de junio de 186 1, un año después de lo que Uriel García llama acertadamente "su defenestración". Apenas fallecido, Cayetano Heredia, la noticia de su desaparición conmovió al país. Cuenta Manuel Atanasio Fuentes que: "El cadáver del Dr. Heredia (cosa por primera vez vista en Lima), fue conducido en hombros, por los estudiantes, de la casa mortuoria al templo y de ahí al cementerio general seguido de un numeroso cortejo a pie. Enla última mansión de los restos humanos, se pronunciaron discursos y se derramaron no las lágrimas que arranca a todo hombre el espectáculo del sepulcro, sino las que derrama el corazón comprimido por un acerbo dolor". Y para que esta semblanza conserve hasta el final su tono polémico, solo agregaré que el modesto mausoleo que guarda los restos de Cayetano Heredia en el Cementerio Presbítero Maestro no fue un monumento erigido por la Facultad de Medicina o por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, sino por iniciativa personal de un amigo que se consideraba también un "hijo" del Maestro, el ilustre jurista y escritor Manuel Atanasio Fuentes, quien, ya graduado en leyes, también se matriculó en el entonces Colegio de la Independencia y fue secretario del mismo. Hombre de confianza de Heredia, viajó a Francia en 1845 para adquirir los implementos de los laboratorios que requería la institución que reorganizaba el Maestro. La Escuela Médica Peruana tuvo en el siglo pasado tres grandes figuras; dos Maestros: Hipólito Unanue y Cayetano Heredia; y el estudiante de medicina Daniel Alcides Carrión. Hipólito Unanue lo tuvo todo, desde una familia de abolengo, educación esmerada en un medio social distinguido, éxitos como médico y fundador del Anfiteatro Anatómico y del Real Colegio de San Femando. Tuvo nombradía en tiempos virreinales y fue en su momento prócer de la Independencia y fundador de la República, y distinguido con los más elevados cargos públicos, reconocimientos en vida en el país y en el exterior, fortuna personal, y en el tramo final, muerte apacible en su retiro de Cañete. José Cayetano Heredia no tuvo nada, como lo acabamos de recordar en esta semblanza. Se hizo a sí mismo gracias a su inteligencia excepcional y una voluntad férrea de gran constructor, primero con su vida personal, después con la Medicina Peruana. Ala distancia, con el juicio sereno de la historia, estos dos hombres se nivelan y unimisman e inscriben, con iguales méritos, entre los nombres de los grandes constructores del Perú.
(*)Expuesto en
el Homenaje rendido a Cayetano Heredia en el Bicentenario de su Nacimiento,
por el Colegio Médico del Perú, Lima, 19 de setiembre de 1997 |