Cáncer de próstata: Alimentos y Micronutrientes

Dra. Mariela Pow-Sang G. (*)

Introducción:

El cáncer en general es responsable de mortalidad y morbilidad en todo el mundo, siendo la segunda causa de muerte en los EUA (1). El cáncer de próstata es la cuarta neoplasia maligna más comunmente diagnosticada en el hombre a nivel mundial (2). Muchos cánceres tienen un período de latencia de 10 a 20 años dando tiempo a aplicar medidas preventivas.


En el Perú, según el Registro de Cáncer de Lima Metropolitana, se ha incrementado la incidencia y la mortalidad por cáncer de próstata. Han habido tres reportes sobre la incidencia de Cáncer en Lima Metropolitana: en los años 1969, 1979 y el trienio 1990-1993. Según éstos, la incidencia de cáncer de próstata por 100,000 habitantes ha sido 5.89, 8.9 y 12.7, respectivamente. La tasa de mortalidad por 100,000 habitantes reportada en 1969 y en 1993 fue para el cáncer de próstata 3.63 y 5.51, respectivamente (3-5).


Epidemiológicamente el cáncer de próstata es una de las causas más importantes de muerte en el hombre del hemisferio occidental y es predominantemente una enfer-medad de los ancianos. La edad media al diagnóstico en muchos países es al inicio de la década de los setenta.


Varios estudios han demostrado que la migración desde áreas de bajo riesgo a las de alto riesgo, está asociada con un aumento en el riesgo de cáncer de próstata en los emigrantes, comparado a los hombres que permanecieron en su país de origen (6). Esta observación, combinada con el hecho de que la incidencia del cáncer de próstata se está incrementando en el Japón y la China con su occidentali-lización, sugiere que factores ambientales como la dieta juegan un papel importante en la etiología de este tipo de neoplasia.

Alimentos Grasos

Estudios epidemiológicos han demostrado una fuerte correlación entre la cantidad de dieta rica en grasa y el riesgo de cáncer de próstata (7). Armstrong y Doll compararon la tasa de muerte por cáncer de próstata y el consumo promedio de grasas en 32 países. Hubo una correlación positiva entre un alto consumo de grasas y una tasa más alta de muerte por cáncer (8). Rose y colaboradores encontraron una correlación similar (7). Algunos estudios sugieren que dietas altas en grasa podrían incrementar el riesgo relativo de cáncer de próstata en un factor de 1.6 a 1.9 (9,10). Hay estudios que sugieren una correlación positiva entre un tipo o componente de grasa animal y riesgo de cáncer de próstata. Gann y colaboradores han encontrado que los hombres con niveles bajos de ácido alfa-linoleico tienen un riesgo más bajo de cáncer de próstata (11). La ingesta del ácido alfa-linoleico presente en las carnes rojas ha demostrado correlacionarse con riesgo más alto para cáncer de próstata (12). Sin embargo, estudios epidemiológicos no apoyan esta conclusión (13,14). En un estudio caso-control Godley y col. notaron que concentraciones de ácido linoleico, pero no de alfa-linoleico, en las membranas del eritrocito y del tejido adiposo estuvieron asociadas con un riesgo incrementado de cáncer de próstata (15). Los ácidos grasos en el aceite de pescado y alimentos marinos demostraron un efecto protec- tor en un estudio inglés de caso-control (16).


La teoría que algunos autores proponen es que la dieta con niveles altos de grasa pudiera llevar a una mayor producción de hormonas sexuales, y que niveles mayores de andrógenos circulantes pueden conducir a un riesgo incrementado de cáncer de próstata. El mecanismo preciso de la producción de hormonas sexuales no es bien conocido. El hecho de que una dieta alta en grasa pueda incrementar la biodisponibilidad hormonal, sin embargo, está bien establecido. Las concentraciones plasmáticas de ácidos grasos se incrementan al aumentar el consumo de grasas, y estos ácidos grasos plasmáticos inhiben la unión de esteroides gonadales a las globulinas hormonales, incrementando así la disponibilidad de esteroides sexuales libres (17,18).


Otro posible mecanismo de carcinogénesis prostática compromete la conversión química de colesterol a epóxido de colesterol durante el cocido de la carne. Los epóxidos de colesterol han demostrado estar concentrados en la próstata y pueden ser carcinogénicos (19,20). Estos epóxidos pueden dañar el material genético prostático llevándolo a la malignidad.

Isoflavonas y Soya

Las proteínas de la soya han concitado reciente- mente una gran atención en la búsqueda de agentes dietéticos responsables de variaciones internacionales en el cáncer de próstata. En una revision del National Cancer Institute, Messina y col. sugirieron que el consumo de los productos de soya pueden contribuir a las tasas relativamente bajas de cánceres de mama, colon y próstata en países como China y Japón (21). Se observó un efecto protector en 17 de 26 (65%) estudios de carcinogénesis experimental llevados a cabo en animales que consistía en dieta con isoflavonas. Se cree que los efectos benéficos de la soya son debidos a las isoflavonas, llamadas genisteína y daidseína. La genisteína ha demostrado tener un efecto en la célula del cáncer de próstata, y en ratones implantados con células de cáncer de próstata humana disminuye el crecimiento tumoral (22). Además, la genisteína inhibe el crecimiento de células endoteliales proliferantes, disminuyendo por lo tanto, el desarrollo del aporte sanguíneo tumoral (23).

Vitaminas

Algunos estudios demuestran una tendencia significativamente estadística de incremento del riesgo de cáncer de próstata asociado a niveles bajos de retinol sérico (24); otros autores sostienen que los suplementos de vitamina A no tienen un efecto protector (25). De hecho, algunos estudios epidemiológicos han reportado un mayor riesgo de cáncer de próstata con la ingesta de suplementos de vitamina A (26). Una posible explicación para esta discre- pancia puede encontrarse en la fuente de la ingesta de vitamina A. En Asia y en otras áreas con una baja incidencia de cáncer de próstata, esta vitamina se obtiene mayormente de vegetales. Sin embargo, la principal fuente de vitamina A en los Estados Unidos es la grasa. La correlación positiva entre la vitamina A y el cáncer de próstata puede deberse a una mayor ingesta de grasas.

La deficiencia de vitamina D ha sido asociada a un riesgo incrementado de cáncer de próstata entre los hombres que viven en la zona norte versus la zona sur de los Estados Unidos (27). La deficiencia de esta vitamina a causa de la radiación ultravioleta reducida ha sido también propuesta como explicación del porqué la incidencia de cáncer prostático es mayor entre hombres negros que blancos. Un estudio previo ha mostrado que el calcitriol, un análogo de la vitamina D, puede inhibir la proliferación de las líneas celulares del carcinoma de próstata (28,29).


Si bien la vitamina C ha recibido amplia atención, a la fecha no hay relación consistente entre niveles de esta vitamina y el cáncer de próstata (30). Recientemente, en un estudio de laboratorio, se ha sugerido que el ácido ascórbico podría ser un potente agente anticanceroso para las células de cáncer de próstata (31).

Se ha postulado que los granos enteros que contienen compuestos fenólicos y vitamina E pueden en parte ser responsables del riesgo reducido del cáncer prostático asociado a dietas ricas en fibra o granos enteros (32). La vitamina E no recibió mayor atención como agente contra el cáncer de próstata, hasta que los resultados del estudio de prevención del cáncer con alfa-tocoferol y beta-caroteno fueron presentados en 1998 (33). Más de 29,000 varones fumadores ingresaron a este estudio, el cual duró entre 5 y 8 años, diseñado inicialmente para evaluar si la vitamina E o los suplementos de beta-caroteno podían prevenir el cáncer de próstata. Hubo una reducción del 32% en la incidencia del cáncer de próstata en los pacientes que recibieron vitamina E, y una disminución del 41% en la mortalidad por cáncer de próstata.


En un estudio prospectivo de 2,974 hombres llevado a cabo en Suiza, cuyo seguimiento fue de 17 años, se encontró un incremento significativo en el riesgo de muerte por cáncer de próstata en fumadores con niveles bajos en suero de vitamina E (RR=8.3) (25). Sin embargo, sólo hubieron 30 muertes por cáncer de próstata en los 3,000 varones seguidos. Otra correlación similar se encontró en un estudio prospectivo del Physicians’ Health Study, que tuvo un tiempo de seguimiento de 13 años y 259 casos de cáncer de próstata agresivo diagnosticados (34). Este estudio encontró que fumadores con niveles altos en suero de alfa-tocoferol presentaron una disminución de casi 50% en el riesgo de desarrollar cáncer de próstata agresivo, mientras que los no fumadores no mostraron asociación alguna. Recientemente, el US Health Professional Follow-Up Study examinó prospectivamente la ingesta de suplementos de vitamina E y el riesgo de cáncer de próstata (35). Hubo 1,896 casos de cáncer de próstata en este estudio, 522 fueron extraprostáticos y 232 metastásicos o fatales. En los no fumadores no hubo asociación entre los suplementos de vitamina E y el cáncer de próstata. Empero, entre fumadores recientes y habituales, aquellos que consumieron más de 100 UI de suplemento de vitamina E al día, tuvieron riesgo disminuido de 56% para cáncer de próstata avanzado o fatal, comparado con los no fumadores. Por lo tanto, cuatro ensayos separados (25,33-35) han encontrado un nexo entre la vitamina E y la reducción de riesgo del cáncer de próstata, y posiblemente progresión del cáncer de próstata en los fumadores.


La vitamina E de la dieta se encuentra en granos, semillas y aceites (36). La mayoría de la vitamina E en la dieta es gamma-tocoferol, no alfa-tocoferol, que es el tipo hallado en la mayoría de los suplementos de vitamina E, y es el tipo usado en la mayoría de los ensayos clínicos (37).


Moyad ha reportado recientemente que el gamma-tocoferol demostró mayor capacidad inhibitoria en las líneas celulares del cáncer de próstata versus la vitamina E suplementaria (alfa-tocoferol) (37). Una reciente observación en hombres con niveles más altos de vitamina E de la dieta, reportó una reducción más grande de riesgo de cáncer de próstata, versus aquella de la vitamina E suplementaria (38). En estos dos últimos estudios, los niveles de gamma-tocoferol se asociaron con riesgo ligeramente más bajo de cáncer de próstata (RR=0.77) en el estudio a 18 años de seguimiento. En el seguimiento a 4 años, los investigadores encontraron una tendencia estadísticamente significativa.

Selenio

Los niveles bajos del mineral selenio han sido asociados a numerosos cánceres en las últimas décadas (39). En un estudio a doble ciego, los pacientes recibieron diariamente ya sea suplemento de selenio (200mg) versus placebo (40). Los pacientes randomizados al grupo que recibió selenio tuvieron una menor incidencia estadísticamente significativa (63%) de cáncer de próstata, que el grupo placebo. En efecto, el grupo de selenio tuvo una menor incidencia de enfermedad localizada (RR=0.42) y de enfermedad avanzada (RR=0.27). En este estudio Clark demostró que la selenometionina es la formulación dietética predominante del selenio responsable de la reducción en la incidencia y mortalidad de carcinomas dermatológicos.


Un estudio más reciente ha mostrado evidencia del nexo entre el selenio y el bajo riesgo de cáncer de próstata (41). Las uñas de los pies se consideran un marcador útil para calcular la ingesta de selenio durante varios meses (42). Los investigadores encontraron que niveles altos de selenio en las uñas de los pies se asociaban con una reducción del cáncer de próstata avanzado en 181 pacientes. El estudio más reciente fue un caso-control en una cohorte de 9000 hombres japoneses que vivieron en los Estados Unidos entre 1991 y 1997 (43). La importancia de este estudio fue que incluyó 249 casos identificados durante 20 años o más de seguimiento. La única asociación fuerte entre niveles de selenio y cáncer de próstata se halló en fumadores actuales o antiguos. Esta hallazgo fue inesperado porque la mayoría de los grandes estudios cohorte de fumadores no han demostrado una asociación con cáncer de próstata (44). Sin embargo, dos estudios prospectivos recientes hallaron un ligero incremento de riesgo de cáncer de próstata entre fumadores, y otro estudio prospectivo halló que los fumadores tenían un riesgo incrementado de carcinoma prostático fatal o metastásico (45-47).

Conclusión

Con respecto a la ingesta de vitaminas y minerales obtenidos de los alimentos, bien sea de origen vegetal o animal, los estudios realizados tanto en animales como en seres humanos, no han mostrado contundentemente su efecto protector ni su asociación con un incremento mayor en el riesgo de cáncer de próstata. Sin embargo, estudios recientes sugieren que la vitamina E de la dieta (gamma-tocoferol) podría reducir el riesgo de cáncer de próstata. Son necesarios estudios prospectivos a largo plazo que incluyan estos elementos provenientes de su fuente natural, más que de los compuestos manufacturados, para evaluar su posible beneficio en la prevención del cáncer de próstata.


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(*) Instituto de Enfermedades Neoplásicas “Dr. Eduardo Cáceres Graziani” Lima-Perú.