Acerca de las adicciones
Adicciones

Jorge Casto Morales (1)


Población y métodos

Las adicciones se constituyen en las formas de comportamiento más patológicas de las que podamos tener noticia, en tanto producen profundo daño a la salud física y mental de quienes las padecen y deterioran en forma ineluctable su convivencia con los demás. Reducir su significado a variables pragmáticas o económicas constituiría una enajenación de aquello que da sustento a nuestras aspiraciones vitales: su sentido ético.

En las líneas anteriores se pergeñan algunos de los factores que determinan su multicausalidad: neurobiológica, psicológica y social. Aunque fuere por ello solo, ya tendrían ganado un sólido lugar en las preocupaciones y el quehacer del médico, en general. Pero esta proyección se acrecienta si se considera que estas patologías van indeclinablemente acompañadas de comorbilidad, tanto en el plano físico como en el somático.


No obstante, una encuesta realizada entre médicos de hospitales generales de México demostró que la inmensa mayoría de colegas entrevistados reconocía el haber omitido pregunta alguna respecto a los hábitos de consumo de alcohol de sus pacientes, siendo que el alcoholismo es, sin duda y tanto en México como en el Perú, la adicción a sustancias psicoactivas legales más extendida, algo por encima, incluso, del tabaquismo, y de ominosos correlatos en la patología digestiva y cardiovascular, a fuer de generar violencia doméstica y deterioro personal y laboral.

Los datos de la última encuesta de DEVIDA así lo confirman (Anexo 1) (1).

El Dr. Carlos Saavedra Castillo, especialista en adic- ciones del Hospital Hermilio Valdizán y estudioso de este tema en el país, abre las contribuciones de este simposio dedicado por DIAGNÓSTICO a esta problemática, abordando los problemas derivados del consumo de alcohol. El Dr. Joel Enrique Salinas Piélago, de ya extensa expe-riencia con la metodología de intervención que se practica en el Centro de Rehabilitación de Ñaña, nos expone las implicancias del consumo de Clorhidrato de Cocaína y Pasta Básica de Cocaína (PBC). Por su parte, el Dr. Carlos Mendoza Angulo, destacado colega en la práctica privada sobre el tema, se ocupa de la droga ilegal de mayor consumo, cual es la Marihuana.



Cabría añadir, en este reducido sumario, la vigencia de otras adiciones químicas, como lo es el desaforado consumo de éxtasis en las fiestas que “animan” nuestros jóvenes en inacabables madrugadas; la consolidación de las ludopatías, como una expresión del deterioro moral socialmente aceptada y legalmente amparada; o la emergencia de nuevas formas de adicciones, como el cibersexo, la adicción al internet y otros métodos contemporáneos de la tecnología de la comunicación y el juego, pero ello correspondería a un tratado especializado que excede la pertinencia de esta revista.

Si lo es ocuparnos, en breves líneas, a una forma de uso y abuso de sustancias adictivas que DEVIDA agrupa en el rubro de drogas médicas, entre las que distingue los estimulantes y los tranquilizantes, estos últimos con altos indicadores de prevalencia de vida (7%) e incidencia de consumo (1%), de acuerdo a las estadísticas del anexo.

Anexo I

Y lo es porque el origen y la probable solución de este problema -el abuso de tranquilizantes- recae en el ámbito de responsabilidad de los profesionales de la salud, ya que no solamente médicos sino también obstetríces y enfermeras indican y hasta prescriben tranquilizantes en modos y maneras que transgreden el uso racional de estos medicamentos. El recurso a la aplicación de benzodiacepí-nicos por vía intramuscular en casos de emergencia es un ejemplo de prácticas lindantes con la iatrogenia. Si a ello se suma el expendio no controlado de estas moléculas, de las cuales el Diazepán es la más popular, pero al que le siguen de cerca el Alprazolán o el Clonazepán, se podrá entender la magnitud que está alcanzando esta forma de habituación.

El otro gran tema relevante, en torno a las interven-ciones profesionales en el campo de las adicciones, lo constituye la práctica culturalmente consagrada de renunciar a modelos de intervención temprana y efectiva, para privile-giar el laissez faire y confinar a los pacientes adictos a centros de rehabilitación manejados por ex adictos, quienes partiendo de la premisa de que hay que haber sido adicto para tratar a otro adicto, incurren en diarios atentados contra la salud de estas personas, sin que el alcance normativo y regulatorio del Ministerio de Salud se deje sentir.

A la falacia de la premisa anotada se suma el hecho que las adicciones no se presentan solas, sino que conviven (y, en ciertos casos, se sinergizan negativamente) con comorbili-dades de estirpe psíquica y somática de lo más diversas.

La ocurrencia de esas comorbilidades o la intercurren-cia de una afección somática determina que las adicciones, en cualquiera de sus formas, tengan que ser abordadas como un problema médico y atendidas en su integralidad por un equipo de salud que debe estar comandado por un médico. Pero, para ello, los médicos deben estar imbuídos de la noción que este -las adicciones- es un asunto de su incumbencia, que el interrogatorio y la exploración del paciente debe incluir la indagación de esta patología, que se extermine de raíz el acuerdo tácito entre médico y paciente de tocar sólo “datos duros” (esto es, signos y síntomas somáticos) y no-perder-el-tiempo-en-subjetividades, fenómeno ampliamente documen- tado a propósito de la escasa detección y casi nulo tratamiento efectivo de la depresión en el primer nivel de atención.

El médico general y el especialista no psiquiatra pueden y deben intervenir frente a este fenómeno. Las personas que atiende no consumen drogas (cuando lo hacen) para sentirse mal o enfermar. Lo hacen para evadirse de la realidad o para obtener un momento de felicidad “instantáneo”. Lo que muchas no toman en cuenta es que esa ilusión, que se inicia con el uso experimental u ocasional de sustancias adictivas o experiencias compulsivas, deviene -con más frecuencia que lo que esas mismas personas están dispuestas a admitir- en un hábito de abuso o en una franca carrera adictiva. Es posible combatir esos extremos. Muchas veces, mediante la persuasión y la sugestión, dos poderosos instrumentos psicoterapéuticos que el médico generalista o de cualquier especialidad utiliza, casi a diario, sea en forma consciente o inconsciente. Es por ello que está en condición de aconsejar y convencer a sus pacientes acerca de los riesgos que entraña el camino emprendido. Otras veces se podrá erguir en un catalizador, ayudando a las personas a reevaluar su conducta y hacer autocrítica, por ejemplo, frente al consumo “social” o “recreativo” de sustancias adictivas. Las más de las veces detectando hábitos de consumo perjudiciales, por ejemplo, de alcohol y tabaco; o de sustancias anorexígenas; o de medicamentos benzodiace- pínicos.

Ese mismo médico general o especialista no psiquiatra será el que en mejores condiciones se encuentre para detectar y tratar precozmente cualquier comorbilidad o intercurrencia somática. Hemos aludido al gastroenterólogo, al cardiólogo, al neumólogo y al oncólogo, pero igual podríamos decir del endocrinólogo o el dermatólogo y de muchas otras especiali-dades que tienen relación, a veces tangencial pero otras raigal, con esa hidra de mil cabezas que son las adicciones.

Se ha mencionado, también, la presencia de comorbili-dad psiquiátrica. Cuando esta sea evidente, la referencia oportuna al especialista es axiomática. La comorbilidad con trastornos de la personalidad, los trastornos disociales, los trastornos del humor (depresiones y trastornos bipolares), los trastornos alimentarios y el alto índice de suicidalidad de estos pacientes hacen perentoria la intervención del psiquia-tra en el abordaje integral de estas patologías.

De otro lado, siempre debe tenerse en cuenta que el abandono del tratamiento y la recaída son la norma en esta problemática. Debemos estar alertas ante esta posibilidad y formular planes terapéuticos que incluyan la intervención de la familia y las redes sociales de sostén (grupos de ayuda y autoayuda) que contribuyan a la prevención de la deserción y la evitación de la recaída, así como la implementación de sistemas de rehabilitación que contemplen la efectiva reinserción social del adicto (entrenamiento en habilidades sociales, oportunidades académicas y de empleo, uso del tiempo libre, recreación saludable).

Finalmente, la importancia de este simposio queda signada por el contexto social en que se produce el fenómeno adictivo y sus consecuencias para la propia sociedad. Las secuelas de la conducta sociopática del adicto y su intervención como factor depredador de la seguridad y el bienestar de las personas.

Una vieja discusión preside la valoración social del fenómeno adictivo: ¿los comportamientos sociopáticos son una consecuencia del consumo de sustancias adictivas o, por el contrario, es la personalidad psicopática premórbida la que gatilla la adicción y acentúa las características disociales y antisociales del comportamiento del adicto?

La literatura médica esgrime argumentos convincen- tes en uno y otro sentido. Lo que nos lleva a pensar en este fenómeno como un proceso circular, en que causa y efecto se realimentan sucesivamente. En todo caso, las consecuencias no pueden ser más ominosas: fracaso personal, disrupción familiar, anomia y enajenación sociales. Quienes piensan que la permisividad puede generar una suerte de salida compla- ciente y generosa, no recuerdan las lecciones de la historia en torno a la tolerancia de la violencia y -sin querer queriendo- podrían acabar validando la vigencia de un fastuoso negocio, el narcotráfico, que desdice de nuestra condición humana.

Bibliografía

  1. DEVIDA. III Encuestas Nacionales sobre Prevención y Consumo de Drogas, Lima, DEVIDA, 2006:10. Consultada en página web de DEVIDA (www.devida.gob.pe) el 21-04-10..

1 Profesor Principal de Psiquiatría y Salud Mental. Universidad Peruana Cayetano Heredia. Director Fundador del primer Centro Juvenil de Rehabilitación de Farnacodependientes de Ñaña.