Palabras del Presidente del Cuerpo Médico del INEN en el sepelio del Dr. Eduardo Cáceres Graziani
Juvenal Sánchez Lihon
Querido maestro Eduardo Cáceres Graziani:
A nombre del Cuerpo Médico del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas, que lleva tu nombre, asisto ape- nado al último adiós a tus restos mortales y a dar testimonio de que las obras que dejas en el Perú y en el mundo ya te situaron en un lugar preferencial de la historia de la Medicina y en especial de la Historia de la Cancerología Peruana y por lo tanto estarás en la inmortalidad no solo de las citas bibliográficas e históricas, sobre todo estarás en la inmortalidad del recuerdo y la gratitud del pueblo peruano, que por generaciones seguirán recibiendo el beneficio de la Escuela Oncológica que creaste, desarrollaste y que constituye tu legado que cuidaremos, porque estamos en la obligación moral de mantener y continuar desarrollándola.
Por Resolución Ministerial, el Estado Peruano puso tu nombre al Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas, en un acto que reconoció uno de los más exitosos esfuerzos para elevar la Medicina Peruana a la altura de la ciencia médica mundial en la segunda mitad del siglo pasado.
Maestro de maestros, el 27 de marzo del 2010, la Asociación de Médicos Cesantes y Jubilados del INEN, la Asociación de Médicos Ex Residentes del INEN y la Asociación del Cuerpo Médico del INEN organizamos y recopilamos el Testimonio de tu obra, en un evento que se escribirá en un número especial de una Revista Científica, para cumplir nuestro deber de dejar escrito tu legado, para que con rigurosidad científica, las nuevas generaciones conozcan la dimensión de tu obra.
Unánimemente, como justo reconocimiento, ese día colocamos una placa de bronce que te reconoce como “PADRE DE LA ONCOLOGÍA PERUANA”.
Ese repaso extenso, prolífico y muy difícil de igualar, nos trajo a la memoria tu dedicación y priorización de la atención a los pacientes, tu dedicación a la labor asistencial médica, a la docencia y a la investigación, buscando el bien común sin pensar en tus intereses personales, con un desprendimiento que te honra y que es y será ejemplo para todas las generaciones futuras de médicos, que deberán aprender a anteponer la vocación de servicio médico y social a la población.
Así te recordaremos y así perennizaremos tu nombre. Hoy dejas este mundo y pasas definitivamente a un lugar en la historia y en la inmortalidad. No tengas duda que por tu ejemplo de hombre de bien, por la dedicación de tu vida entera al servicio de los demás, por tus enseñanzas, disciplina y generosidad ya ocupas un lugar en el altar de nuestros corazones.
¡ HASTA SIEMPRE QUERIDO MAESTRO!
Jorge A. Rubiños del Pozo
Lima, 17 de Abril del 2010
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