Ética profesional y cirugía

Jorge Jáuregi Miranda (1)

Resumen

La Ética profesional es ética aplicada la cual, a diferencia de la denominada ética fundamental, está centrada ya de modo explícito en campos concretos de la actividad humana, a los que “aplica” su saber fundamental, articulando dialécticamente sus vertientes deontológicas y teleológicas, evitando caer en los extremos del moralismo 2 y el separatismo (1) 3.

Desde la vertiente de la deontología profesional se examina cómo se realiza y cómo se controla, en la actividad profesional, la autonomía de las personas implicadas; se concreta cómo se realizan las exigencias de la justicia desde y gracias a las actividades profesionales; y se definen los princi- pios y normas por los que debe regirse la profesión.

Y desde la vertiente teleológica se intenta precisar cómo la actividad profesional remite al bien y la autorrealización del propio profesional, cómo es la conexión del ejercicio profesional con la realización de las virtudes, y cómo se enfoca la pluralidad social entre los usuarios y los profesionales (1).

Sin embargo la “aplicación” de la ética profesional como ética aplicada en un mundo real concreto y complejo como el de la medicina y la cirugía no es sencilla, la razón principal es que la medicina y la cirugía no son ciencias exactas, por lo tanto, cuando hay necesidad de establecer qué es lo bueno y lo malo, lo correcto o lo erróneo al momento de tomar decisiones clínicas, estas se toman generalmente en condiciones de incertidumbre, o por lo menos sin la posibilidad de una certeza total.

Hasta hace no mucho tiempo, para la toma de desiciones, se solía apelar al “ojo clínico”, que muchos creían tener, o que algunos hemos atribuido a nuestros maestros al quedar impresionados por sus conocimientos y habilidades clínicas extraordinarias. Para disminuir este grado de incertidumbre se ha impuesto en el ámbito asistencial la “Medicina Basada en Evidencias” y las “Listas de Chequeo”, en lo que se ha denominado “Cirugía Segura”, como estrategia de Calidad y Excelencia, que consolida la preocupación Ética de la protección y defensa del paciente en tanto ser humano, en tanto persona.

De la misma manera, situaciones que en la práctica clínico-quirúrgica cotidiana plantean problemas éticos, no pueden ser resueltas apelando sólo al “olfato ético” que, de forma parecida, algunos creen tener; ni tampoco, sólo con el auxilio de normas y códigos deontológicos, por más que estos sean producto consensuado del diálogo entre miembros de la orden médica. Es necesario precisar que los conflictos éticos derivan no solo de la propia cuestión clínica, sino del avance tecnológico en medicina, que ha planteado situaciones y escenarios inéditos y, por lo tanto, conflictos éticos nuevos, generándose la interrogante de si siempre se debe hacer todo aquello que técnicamente es posible hacer. Para Maliandi no es “licito” todo lo que es “posible” (2).

Él mismo señala que, en nuestro tiempo, hay dos grandes tipos de problemas morales que provocan perplejidad, los que existieron siempre y que se resolvían por la aplicación de criterios que hoy han perdido credibilidad, y problemas inéditos, inesperados, que aparecen como consecuencia del acelerado desarrollo tecnológico, para los cuales no existen criterios tradicionales que aplicar para enfrentar dichos problemas (2) 4.

Aquí es donde los médicos cirujanos y clínicos hemos recurrido, “apropiándonos” de ella, a los principios y cuerpo doctrinal de otra ética aplicada, la Bioética, para tratar de darle un enfoque diferente a los problemas éticos del ámbito clínico-quirúrgico, con una utilidad, tal vez más de orden “preventivo que recuperativo”, pues siempre es preferible establecer criterios previos o a priori de calidad que eviten en lo posible los actos negligentes o irresponsables, que pueden determinar una sanción jurídica a posteriori, que, además siempre llega tarde.

Para comprender mejor los aspectos éticos y deontológicos de la cirugía remontémonos a los orígenes de la misma.

El término “cirugía”, etimológicamente proviene del griego cheirourgía, que significa “trabajo hecho con las manos”; y “quirófano”, que proviene del griego cheirós, mano, y fánai, manifestar o dar a conocer, es decir “el lugar donde se ponen de manifiesto las manos” 6 (4).

Esta asociación, generalmente peyorativa, entre cirugía y trabajo manual, es la que explica gran parte de su historia. Antes del siglo XIX la cirugía solía ser un oficio empírico, diferente de la medicina. La cirugía sólo llegó a ser una profesión estimada y fundada en un conocimiento científico a finales de la Edad Moderna (4).

El ejercicio de la Cirugía, según Sánchez, parece haber sido más antiguo que el de la Medicina, pues, desde los albores de la humanidad, se dedicó a la curación de las lesiones accidentales, visibles y explicables, habiendo estado bajo regulaciones y merecido, casi siempre, el juicio crítico de la sociedad y sus autoridades (4). Para ello se han establecido normas, regulaciones, y especialmente códigos.

El más antiguo, conocido, es el código de Hammurabi, que data del año 1760 A.C. Consiste en un listado de artículos sobre diferentes situaciones de vida, entre los cuales, respecto de la cirugía, se puede leer lo siguiente:

218.- Si un médico hizo una operación grave con el bisturí de bronce y lo ha hecho morir, o bien si lo operó de una catarata en el ojo y destruyó el ojo de este hombre, se cortarán sus manos.

220.- Si operó una catarata con el bisturí de bronce y ha destruido su ojo, pagará en plata la mitad de su precio (5) 7.

Y en otros artículos relacionados se puede apreciar la severidad con la que se sancionaba cuando ocurría lo que hoy podríamos denominar error médico en cirugía. Sin embargo, no se incluían sanciones para el ejercicio de la Medicina. Luego veremos por qué.

Otro gran documento, tal vez el más importante desde el punto de vista histórico y la repercusión que tuviera en nuestra orden, durante siglos, es el Juramento Hipocrático, del siglo V, A.C., que incorpora la Ética Médica como tal, vigente hasta hace sólo 40 años (6) 8.

Debe destacarse sin embargo, que en aquella época, este código era para los médicos, no para los “cirujanos-barberos”, quienes se dedicaban al “oficio” de la cirugía pues esta no era considerada una profesión en el verdadero sentido de la palabra, como sí se le consideraba a la Medicina. Para los médicos, cuando ejercían, estaba establecido lo siguiente:

“…Viviré y ejerceré siempre mi arte en pureza y santidad. No practicaré la cirugía en los que sufren mal de la piedra (cálculos), antes bien, dejaré esa práctica a los que se dedican a ella…” (3).

Se aprecia que tiene un carácter estrictamente negativo, prohibiendo al médico el ejercicio de la cirugía (2) 9. Esto puede explicarse por lo que señala Diego Gracia (3).

“…parece posible concluir que las profesiones auténticas o fuertes han gozado de responsabilidad moral e impunidad jurídica, en tanto que las profesiones débiles u ocupaciones han estado siempre sometidas a la responsabilidad débil o jurídica…”, y agrega “…junto a la medicina estaba la cirugía, que hasta el siglo XVIII fue siempre considerada como ocupación manual o débil, y que desde tiempos muy remotos ha estado sometida a un estricto control jurídico civil y penal”.

Luego, durante el período altomedieval de la “medicina monástica”, los monjes asumieron la práctica de la medicina y también de la cirugía, pero en forma limitada, pues en 1163 se publica un edicto definitivo por el Concilio de Tours, el cual prohibió la práctica de la cirugía a los monjes, bajo el lema: Ecclesia abhorret a sanguine, (la Iglesia aborrece la sangre) (4).

Posteriormente se han dado otras manifestaciones para regular el ejercicio profesional, tales como la Oración de Maimónides del siglo XII, las normas de ética del Royal College of Phycisians de Inglaterra, de 1543, las normas regulatorias del ejercicio médico en el Protomedicato de Nueva España, en 1628, la obra “Observations on the Duties and Offices of a Physician and on the Method of Prosecuting Enquirires in Philosophy”, de John Gregory, el Code of Medical Ethics de Thomas Percival, de 1806, el Código de Ética de la American Medical Association, de 1847.

En el siglo XX se establecieron una serie de documentos en diferentes países, instituciones y universidades, tales como la Declaración de Ginebra, el Código Internacional de Ética Médica, el Código de Nuremberg y la Declaración de Helsinki, promulgada por la Asociación Médica Mundial, la Carta de Derechos de los Pacientes, del 8 de Enero de 1973, emitido por la Asociación Americana de Hospitales (AHA).

Sin embargo, todos estos esfuerzos regulatorios no han conseguido disminuir la gran conflictividad que conlleva la práctica de la cirugía, con el consecuente incremento de las denuncias éticas y legales. En la segunda mitad del siglo XX, especialmente a partir de 1970, aparece la Bioética como una disciplina que se incorpora al ámbito de la salud, a pesar de que sus orígenes no estaban directa ni exclusivamente diseñados para la Medicina. Diego Gracia la define así (7):

“La Bioética puede definirse como la disciplina que tiene por objeto el estudio de los valores y su inclusión en el proceso de toma de decisiones”.

Junto a su definición Diego Gracia destaca tres cuestiones:

1. La Bioética tiene un objetivo eminentemente práctico, la toma de decisiones. Carácter eminentemente práctico, operativo, frente al enfoque abstracto y especulativo propio de las éticas filosóficas.

2. La Bioética presta singular atención a los hechos, sobre todo a los hechos aportados por las ciencias biomédicas. Por ello la toma de decisiones se basa siempre en hechos, que en algunos casos son meramente empíricos, pero que en otros muchos, y en particular en las ciencias de la salud, como consecuencia del gran avance operado por las ciencias biomédicas y la tecnología sanitaria, tiene carácter técnico y científico, lo que los suele dotar de una elevada complejidad.

3. Si bien la bioética parte de hechos, y de hechos complejos, no se queda ahí, sino que intenta analizar todo el mundo de valores que acompañan a los hechos, e integrarlos en la toma de decisiones, a fin de que sean técnicamente correctas. Los valores convierten a las decisiones en éticamente buenas. Esta es la razón de ser de la bioética y lo que justifica su propia denominación:

“No podemos olvidar que el procedimiento básico de educación en los valores es la mimesis, la imitación de las conductas ejemplares. Lo cual exige del médico, antes que nada y después de todo, ejemplaridad”.

Pasemos, ahora, a considerar algunos aspectos particulares de la ética profesional en cirugía:

1. Consentimiento informado (CI)

Aspecto de la mayor importancia. Reconocido como un verdadero derecho humano, y como lo señala Pablo Simón Lorda “…a la Bioética se ingresa por la puerta del Consentimiento Informado…”.

Se le define como un proceso en el cual un paciente competente, en forma voluntaria, luego de recibir y comprender información suficiente, toma una decisión: aceptar o rechazar un procedimiento médico, ya sea este diagnóstico o terapéutico.

Los cirujanos en nuestro medio no aceptaron fácilmente la incorporación del Consentimiento Informado, tampoco el cambio de paradigma en la relación médico-paciente. Aún hay resistencia pues en muchos centros asistenciales de nuestro medio, el CI se “aplica” sólo con una visión legalista, como un mero requisito previo a un acto diagnóstico o terapéutico, perdiéndose la riqueza ética de un acercamiento dialógico con otro ser humano que, en este caso, resulta ser un paciente o su representante legal.

La aplicación del CI es un imperativo ético y también legal. Está consagrado en el Código de Ética y Deontología del Colegio Médico del Perú, la Ley General de Salud, la Ley de Trasplante de Órganos y otros dispositivos normativos éticos y legales.

No es intención de este artículo extenderse sobre este asunto del Consentimiento Informado; sin embargo, para quienes desean conocerlo a mayor profundidad pueden remitirse al tratado en lengua española más importante sobre la materia “El consentimiento informado. Historia, teoría y práctica” de Pablo Simón Lorda (8). Diego Gracia afirma en el prólogo de este libro: “Ni la doctrina del consentimiento informado es una moda, ni el tratamiento que de ella ha hecho Pablo Simón, en el presente libro, tiene nada de oportunista. Todo lo contrario. Es no sólo de una solidez monolítica, sino, además, una propuesta intelectual de gran calado, cuyas virtualidades se verán con el paso del tiempo. Por eso, este es un libro con vocación de permanencia. Si lo consigue, y yo estoy seguro de que así será, acabará convirtiéndose en un clásico” .

2. La figura del médico responsable, tratante o de “cabecera”

Es posible observar que en un mismo profesional existen conductas diferentes cuando se trata de la práctica asistencial privada y cuando se trata de la actividad asistencial pública. Especialmente en lo referente a la responsabilidad que se adquiere frente a los pacientes en cada sector. Cuando se trata del ámbito privado existe claramente la figura del médico tratante, que conduce a un paciente en su tratamiento, en este caso quirúrgico, y asume la responsabilidad desde el momento pre-operatorio, pasando por el intra-operatorio y los resultados post-operatorios.

En el ámbito público esta responsabilidad se diluye, muchos profesionales consideran que los pacientes “son de la institución”, o “son del servicio” que los alberga, y no se asume la atención de los pacientes en forma personalizada. La ley de derechos de los pacientes señala que ellos tienen el derecho de conocer el nombre del médico tratante, pero no dice que cada paciente tiene derecho a tener un médico tratante., más aún, no es posible precisar con qué información los pacientes o sus familiares escogen al médico tratante en el ámbito público. Generalmente, su única posibilidad es la información recibida de otros pacientes o familiares.

Implementar esta figura conlleva la conformación de equipos quirúrgicos para que pueda ofrecerse una cobertura total al paciente, especialmente cuando el “médico tratante” no hace presencia en la institución de salud por cuestión de rol de trabajo. Esto es un tema pendiente que antes que a los propios profesionales, le corresponde a las Instituciones y sus autoridades resolver.

3. Responsabilidad profesional y Cirugía

Absolutamente ligado a lo anterior. Diego Gracia señala en la cuarta tesis de su artículo sobre Ética y Responsabilidad profesional (3), “…las vías clásicas de control y fomento de la ética profesional han resultado ser muy poco eficaces, y que hoy es preciso plantear el tema de la responsabilidad ética de los profesionales desde perspectivas nuevas y con criterios distintos de los clásicos, como son la calidad total” y la excelencia, que ya parecen estar dando importantes frutos en otros campos”.

4. Lex Artis y Cirugía en el Perú

Es necesario puntualizar que la condición en que se desarrolla la cirugía en las distintas zonas y regiones del Perú puede ser abismalmente diferente. Por lo tanto, el estado del arte no es comparable. Cabe destacar la entrega y responsabilidad de los profesionales en las zonas alejadas de nuestro país que deben trabajar en condiciones que no alcanzan mínimos de calidad.

5. Ética profesional y los servicios de “atención diferenciada” dentro de instituciones públicas

La argumentación para la implementación de estos servicios bajo tarifario diferenciado o “clínicas” era la generación de recursos económicos para poder contribuir al presupuesto de las instituciones hospitalarias del estado pues este no era capaz de cubrirlo en un 100%. En un país en el que se ha decidido disminuir el impuesto general a las ventas en un punto, en razón de que la carga impositiva tributaria puede ser menor porque los ingresos económicos del estado son mayores, ¿se deben mantener estos servicios “diferenciados”?. La presencia de estos servicios podría significar no sólo un trato discriminatorio a personas de un mismo sector de la población que, en razón de sus bajos ingresos, acude a los servicios de salud del estado, sino que también constituyen una posibilidad de ruptura moral de los profesionales al verse tentados a desviar a los pacientes de un servicio público a otro de “atención diferenciada”, por un beneficio económico concreto, que podría sentirse legitimado porque se realiza fuera del horario habitual y por los bajos ingresos que las instituciones de salud ofrecen a sus trabajadores, incluidos los médicos.

6. Ética profesional y Cirugía Plástica

Se ha señalado con bastante énfasis, que en medicina y cirugía se tiene obligación de medios, más no de resultados. Y también se ha dicho que la excepción a esta regla es la cirugía plástica y estética. No estoy de acuerdo.

Es comprensible que, en términos generales, quienes acuden a los servicios de Cirugía Plástica lo hagan por razones de mejorar su imagen corporal, su imagen física, y, en honor al principio de autonomía les asiste legítimo derecho, consagrado por la Organización Mundial de la Salud cuando define a la salud como el completo bienestar no sólo físico sino mental y espiritual. Y es comprensible que los pacientes aspiren, efectivamente, a una mejora de su imagen corporal, pero la Medicina en general y la cirugía en particular, no son ciencias exactas, por ello la pretensión de exigir resultados puede no ser justa.

El problema principal, entre otros, radica en que los aspectos de apreciación estética y de belleza, resultan ser de orden totalmente subjetivo y por lo tanto aquello que puede ser un resultado bello o aceptable para el cirujano, pudiera ser un “desastre” para un paciente determinado, especialmente cuan- do, a pesar de cumplirse los objetivos quirúrgicos principales, no se cumplen los “objetivos” subyacentes o secundarios que han sido, tal vez, el principal motivo de la decisión del paciente para realizarse una cirugía determinada.

Por ello, la información y el proceso de consentimiento informado constituyen un asunto de la mayor importancia en esta especialidad. El diálogo es muy importante, no sólo para determinar algunos rasgos de la personalidad del paciente sino también para informar el mínimo detalle que requiera aquel, en orden a tomar una decisión suficientemente razonada, valorando los beneficios y complicaciones probables. Estamos frente a uno de los problemas principales en cirugía plástica: ¿cuánto informar?

Es lógico pensar que si un cirujano plástico le describe a un paciente, con lujo de detalles, el listado total de posibles complicaciones a los que se somete en una intervención quirúrgica de orden estético, es probable que renuncie a operarse o tal vez busque otro cirujano. Aquí se da, veinticuatro siglos después, aquello que en los escritos hipocrático “Sobre la decencia” se menciona: “…. haz todo esto con calma y orden, ocultando al enfermo, durante tu actuación la mayoría de las cosas. Dale las órdenes con amabilidad y dulzura, y distrae su atención; repréndele a veces estricta y severamente, pero otras, anímale con solicitud y habilidad, sin mostrarle nada de lo que le va a pasar ni de su estado actual; pues muchos acuden a otros médicos por causa de esa declaración, antes mencionada, del pronóstico sobre su presente y futuro”. (Hipócrates)10.

¿Dónde está, pues, el punto intermedio para informar adecuadamente? Aristóteles señaló que en el punto medio está la virtud. La información que se otorgue a un paciente deberá ser aquella suficiente como para que comprenda perfectamente la situación a la que se enfrenta, sus posibles beneficios, riesgos y consecuencias, y poder así decidir racional, libre y voluntariamente.

En este tipo de cirugías la segunda opinión es importante, y los pacientes generalmente visitan a más de un cirujano antes de decidirse. Por ello, las opiniones o juicios de valor que se hacen respecto de otro colega deben ser, por cierto, totalmente prudentes y leales. El problema en este aspecto es determinar cómo se debe actuar cuando se conoce fehacientemente que otro colega no está capacitado para realizar determinados procedimientos quirúrgicos y el paciente ha decidido operarse con ese médico. Qué se le debe decir al paciente tratando de alejarlo de un posible riesgo y tratando al mismo tiempo de no ser desleal o infidente, o como señala nuestro código de ética, que no debemos hacer juicio de valor sobre los colegas. La respuesta no es sencilla, lo cierto es que en este caso, tal vez deberíamos hacer el mejor esfuerzo por convencer al paciente de nuestras propias capacidades.

7. Conflictos entre profesionales

Se han dado desde los orígenes de la profesión. Como relata Miguel Sánchez, en el siglo XIII Jean Pitard, cirujano real, fundó en París la primera cofradía puramente quirúrgica, bajo la advocación de San Cosme y San Damián. Esta cofradía se uniformó a sí misma con una bata larga, mientras que los cirujanos-barberos, permanecieron uniformados con una bata corta, símbolo de menor prestigio. Con el tiempo, este tipo de cofradías exclusivamente quirúrgicas, fueron suplantadas en el ejercicio práctico por los gremios más numerosos de los cirujanos-barberos. Hubo que buscar la intervención del rey Enrique VIII para resolver las disputas entre barberos y cirujanos, fundando una Real Comunidad de Barberos-Cirujanos, llegando a los siguientes acuerdos:

-Los cirujanos más experimentados debían abstenerse de afeitar y cortar el pelo.
-Los barberos no debían realizar cirugía mayor.
-Las sangrías y las extracciones dentarias pueden ser realizadas por ambos grupos.

Estos cirujanos-barberos, mucho más numerosos que los médicos universitarios, aunque menos instruidos, asumie-ron de hecho buena parte de lo que hoy llamaríamos “atención primaria” del pueblo llano, para el que no resultaba accesible la medicina (4).

8. Investigación, Docencia y Cirugía

La innovación en las técnicas quirúrgicas ha determi- nado una serie de interrogantes éticas en torno a ella, del mismo modo que lo ha hecho la famosa “curva de aprendizaje” de los cirujanos, en los que necesariamente hay una mayor exposición de riesgo para los pacientes.

Un procedimiento puede ser considerado terapéutico sólo cuando ha sido validado experimentalmente; es decir, cuando ha demostrado su temple. Nada puede considerarse diagnóstico o terapéutico si no está respaldado por una cierta evidencia científica.

A Ambroise Paré (1510-1590), cirujano-barbero, luego cirujano militar y finalmente cirujano real, se le atribuye el primer “ensayo clínico” impremeditado, con grupo control : “El aceite se me acabó………(al día siguiente) temiendo encontrarme a los heridos, a quienes había dejado de aplicar el aceite, muertos de envenenamiento, los encontré, para mi sorpresa, sin apenas dolor, tumor ni inflamación; en tanto, aquellos a quienes había aplicado el aceite hirviendo se hallaban febricitantes, con gran dolor y tumor en las heridas. Esto me determinó a nunca más quemar tan cruelmente a los pobres heridos por arcabuz”(4).

Posteriormente en Inglaterra los hermanos Hunter fundan una escuela privada de cirugía, en ella John Hunter (1728-1793) realiza una ingente tarea de investigación en cirugía, fisiología y anatomía comparada, entre otras materias. Se le considera el principal fundador de la cirugía experimental, actividad de gran significado ético al tratar de innovar tecnologías en modelos animales antes de realizarlas en seres humanos (4).

Cuando los cirujanos empezaron a cobrar importancia por sus servicios en el ejército y la armada, obtuvieron privile-gios docentes y se les permitió ingresar a las universidades para recibir formación anatómica y profesional. Este proceso termina en el siglo XVIII con la creación de centros de formación superior para cirujanos. Esto contribuyó a aumentar el prestigio de los cirujanos y disminuir su subordinación a los médicos. El más influyente de estos centros de formación fue la Academie Royale de Chirurgie, fundada en 1731 por el rey de Francia Luis XV, y cuyo primer director fue Jean Luis Petit (1674-1750). En ese mismo siglo, en Europa (Francia, Inglaterra, España) se reforman los estudios en medicina al integrarse la medicina y la cirugía. A inicios del siglo XIX la cirugía adquiere una auténtica categoría profesional y científica (4).

El manejo de las infecciones, la hemorragia y el dolor, eran los principales retos en ese tiempo, especialmente el dolor, de difícil manejo, lo que obligaba a los cirujanos a tener un temple especial para soportar los gritos del paciente, además de gran habilidad y rapidez de movimientos (4).

Es importante puntualizar que la capacitación del recurso humano en las instituciones de salud, constituye un verdadero imperativo ético, y es de responsabilidad del profe-sional requerirla y cuando sea preciso, exigirla, y de la institución otorgarla, no sólo “facilitarla”.

La recertificación es un acercamiento a la posibilidad de asegurar que el profesional reúna las capacidades necesarias para afrontar procedimientos diagnósticos y terapéuticos.

9. Trasplante de órganos

Hay dos mitos griegos relacionados con el trasplante de órganos, uno es la Quimera, un monstruo con cabeza de león, cuerpo de cabra, y cola de dragón que escupía llamas. El otro es Quirón, parte hombre y parte caballo (10) 11.

En sus comienzos, el principal dilema ético consistía en saber si era lícito someter a los pacientes a un tratamiento extraordinario, de resultados inciertos, a costa de un sufrimiento importante. Hoy día, los problemas éticos tienen que ver con las cuestiones siguientes:


- La escasez de órganos.
- La definición del momento de la muerte.
- El consentimiento para la extracción.
- El posible comercio de órganos.
- La justa selección de los receptores.
- El alto costo económico de los trasplantes.
- La necesidad de una regulación y control público (4).

Para nuestro país el principal problema ético es la equidad en el acceso a este tipo de atención médico-quirúrgica. Equidad en la inclusión a la lista de espera, equidad en la selección para recibir un órgano.

Finalmente, los aspectos de la Organización son de la mayor importancia, no sólo administrativa, gerencial y operativa, sino especialmente ética. El mejor ejemplo es España, que ha basado su modelo, actualmente el mejor del mundo, en principios y valores tales como el altruismo y la solidaridad, entre otros.

10. Los efectos adversos y el error médico

Efecto adverso y error médico no son sinónimos.

El efecto adverso es aquel resultado no esperado (no mejoría o complicaciones, incluida la muerte del paciente) a pesar de los esfuerzos diagnósticos y terapéuticos, y este efecto adverso puede darse por la propia situación compleja de un paciente o por un error médico (incluido los quirúrgicos).

El principal problema ético está centrado en la comunicación del error médico, pues de un lado está la importancia que tiene la información sobre los errores en orden a socializarlos y articular estrategias para superarlos, y de otro, está el silencio que se guarda por temor a las represalias legales que vendrán como consecuencia de la develación de dichos errores.

Lo importante es que institucionalmente se tomen actitudes a favor de incrementar la seguridad de los pacientes, y como señala Pablo Simón Lorda:

“En los próximos años la seguridad de los pacientes llegará a ser una preocupación central de nuestros sistemas sanitarios. Es importante insistir en que esa preocupación no es algo circunstancial y transitorio, sino que nace de las obligaciones éticas que tanto los profesionales como las organizaciones tienen al respecto. Estas obligaciones se articulan en torno a los principios de no-maleficencia, justicia, autonomía y beneficencia y se realizan mediante la consecu- ción de una auténtica cultura de la seguridad dentro de nuestras organizaciones sanitarias”.

Para finalizar señalaré que los aspectos éticos y profesionales en torno a la cirugía, deben considerarse no sólo en base a los principios sino también a las consecuencias de nuestros actos profesionales, pero fundamentalmente centrados en una ética de la Responsabilidad. A partir de ello se generarán conductas profesionales coherentes con el respeto a otro ser humano como nosotros, que en esta oportunidad tiene la condición de paciente o enfermo.

Referencias Bibliográficas

  1. Etxevarria X.Temas básicos de ética: ética de las profesiones. Ed. Desolee; 2002.
  2. Maliandi R. La ética cuestionada. Buenos Aires, Editorial Almagesto, Abril 1998.
  3. Gracia D. Profesión médica, investigación y justicia sanitaria. Ed. El búho; 1998:39-57.
  4. Sánchez Gonzales, M.A.Historia, teoría y método de la medicina: introducción al pensamiento médico. Ed Masson. 1998:27- 284.
  5. Wikisource [Internet].9 julio 2011 [citado 20 julio 2011]. Disponible en: http://es.wikisource.org/wiki/Portada
  6. Centro de documentación de bioética de la Universidad de Navarra. Departamento de humanidades biomédicas. Visita a página web Junio 2011.
  7. Gracia, D.Bioética Clínica. Bogotá: Códice; 1998.
  8. Simón Lorda P. El consentimiento informado: Historia, teoría y práctica. Ed. Triacastela; 2000.
  9. Hipóocrates. 1983:205, 209.
  10. Gracia D.Ética de los confines de la vida. Bogota; El Buho, 1998.
  11. Gracia D.Fundamentos de bioética. Ed. Eudema; 1989:67.
  12. Comités de ética INS.Aspectos éticos, legales y metadoló- gicos de los ensayos clínicos para su caso. Lima: INS; 2010.
  13. Simón Lorda P.Ética y Seguridad del paciente. 2005.

1 Cirujano de Tórax y Cardiovascular del Instituto Nacional de Salud del Niño. Maestría en Bioética. 2 Tomar en cuenta sólo la reflexión moral de los filósofos que están fuera de las profesiones. 3 Considerar que cada profesión es un ámbito de actividad dotado de autonomía y que debe evitar injerencias externas. Cfr. Etxevarría: 2002..